Kevin Walker | Manos de la Homeland
“Tenía un amigo con el que jugaba al baloncesto”, recuerda Kevin. “Su padre era liniero y me enseñó cómo funcionaba. Me llevó detrás de su casa, donde tenía un viejo poste en el campo. Me dejó ponerme su equipo de escalada y jugar un rato. Simplemente... me enamoré. De todo”.
Ser liniero implica cierta determinación. Es un trabajo que se define por largas jornadas, largas distancias y grandes riesgos. Kevin Walker es liniero contratado, lo que significa que viaja a donde se le necesite, desde pueblos devastados por tormentas hasta postes remotos que necesitan mejoras. El trabajo es duro, a menudo peligroso y rara vez fácil. Pero para Kevin, eso es parte del atractivo.
"Es un reto", dice. "Y no todos están dispuestos a hacerlo. Eso le da más significado".
Como muchos en el oficio, la trayectoria de Kevin no estuvo exenta de pruebas. El aprendizaje fue agotador. "Hay tanto que aprender, tantos errores que evitar", dice. "Pero cuando finalmente te conviertes en liniero, cuando te ganas ese título, es un sentimiento de orgullo que no se olvida".
Ahora, después de varios años, Kevin ha empezado a ver el camino con otros ojos. Sus objetivos han cambiado. Ya no se trata de ascender al siguiente peldaño, sino de bajar el ritmo para apreciar lo que realmente importa.
“Mi hija mayor tiene casi siete años, mi hijo cinco y mi hija menor está a punto de cumplir tres”, dice Kevin. “He pasado años viajando, trabajando 60 o 70 horas a la semana. No quiero perder más de lo que ya pierdo. Ser un buen proveedor es importante, pero ahora quiero estar más presente como esposo y como padre”.
Ese sentido de responsabilidad, tanto hacia su trabajo como hacia su familia, define a Kevin. Lo lleva consigo en cada trabajo, cada poste, cada hora en la carretera. Y también es lo que busca en sus botas.
“La comodidad es fundamental”, explica. “A veces trabajas jornadas de 16 horas, sobre todo después de las tormentas. Tus botas tienen que aguantar. Durabilidad, comodidad, impermeabilidad… todo importa. Con certificación EH, puntera de seguridad y caña de acero en el arco para escalar. Estás de pie todo el día. Necesitas algo que te aguante.”
Para Kevin, la colección Homeland de Justin cumple precisamente eso. “Estas botas están hechas para funcionar. Igual que nosotros”.
Criado por su madre y sus abuelos en un pequeño pueblo, Kevin pasó sus primeros años en los campos de béisbol, persiguiendo sueños brillantes y aprendiendo el valor del trabajo duro a través del deporte. Ese mismo impulso finalmente lo llevó a un trabajo muy por encima de la superficie, literalmente.
Y cuando habla del Sueño Americano, Kevin no habla en términos grandilocuentes ni abstractos. Para él, es simple. “Es la libertad de seguir a Jesús. De criar a mi familia como creo. De salir y ganarme la vida con mis manos. Eso es todo lo que un hombre podría desear”.
“Sé que hay personas que no pueden hacer lo que yo hago por razones físicas o circunstancias ajenas a su voluntad. Así que no lo doy por sentado. Puedo ayudar a impulsar este país. No es poca cosa. Significa mucho.”
Es ese discreto sentido de orgullo y propósito lo que la colección Homeland busca honrar. Botas para quienes no solo fichan, sino que se presentan, se sacrifican y construyen. Manos como las de Kevin.
Hay una nobleza discreta en el oficio, una que no siempre recibe reconocimiento, pero que nunca se ha tratado de reconocimiento. Se trata de estar presente cuando el tiempo se pone feo. De dar un paso al frente cuando otros dan un paso atrás. De creer que el trabajo honesto aún conserva una dignidad tácita.
Al final, no son sólo las líneas eléctricas las que conectan a un liniero con su comunidad, sino el compromiso. La disposición a sacrificar la comodidad por la contribución. A trabajar en la sombra para que otros nunca noten la oscuridad. A caminar por el límite entre el sacrificio y la satisfacción, sabiendo que no hay otra manera de ganarse su lugar en el mundo.
Éstas son las manos de la Homeland.